jueves, 26 de octubre de 2017

Espejito, espejito



Entre las mezquitas, museos, zocos, parques y otros rincones de interés en Kuwait, no creo que exista alguno tan especial como el que visité hace unos días, formando parte de otra de las excursiones organizadas por AWARE. Me estoy refiriendo a la conocida como la Casa de los Espejos, una residencia privada enteramente decorada con espejos rotos y otros adornos. Aquí, una señora italiana muy amable, Lidia Al-Qattan, la dueña de la casa, viuda de un afamado artista kuwaití, recibe grupos de visitantes casi a diario y les explica todos los secretos y curiosidades en torno a este lugar único.



































La historia de la Casa de los Espejos se remonta a los años sesenta del siglo pasado. En aquella época, el marido de Lidia, Khalifa Al-Qattan, no paraba de viajar al extranjero para presentar sus trabajos en diversas exposiciones de arte. Durante sus periodos de soledad en Kuwait, Lidia aprovechaba para dejar volar su imaginación y empezó a colocar pedazos de espejos en las paredes de toda la casa. Al regresar su esposo, este, impactado por lo que se encontró, le animó a continuar con aquel trabajo de decoración, y así siguió hasta que unos años más tarde, una plaga de termitas la obligó a detener su proyecto. Ella no se rindió y, tras desmantelar todo lo realizado hasta entonces, volvió a su obra con más fuerza si cabe, dando como resultado un lugar realmente mágico. Sus diseños están especialmente relacionados con la astrología y el Universo, y todos guardan detrás una interesante historia de la que hablar.



La Casa de los Espejos se compone de dos plantas con diversas habitaciones, como las de cualquier casa: un salón, una cocina, cuartos de baño, etc. La decoración y la iluminación de cada estancia hacen de la experiencia algo casi psicodélico. Merece la pena detenerse a observar con atención cada pequeño detalle y escuchar las explicaciones de Lidia sobre el significado de tal o cual elemento de su residencia. En el piso de arriba hay una galería donde se expone parte del legado artístico de su marido y sus recuerdos, y una interesante biblioteca.


Ojo a lo que me encontré




































































Visitar un sitio como la Casa de los Espejos, de por sí interesante, no sería ni mucho menos lo mismo sin la presencia de una guía como Lidia. Esta señora es un auténtico pozo de sabiduría, llena de energía positiva y creatividad a raudales. Sus charlas sobre cualquier tema (en especial cosmología, filosofía y sociología) son muy inspiradoras y hacen de la visita una experiencia difícil de olvidar. 



Si os interesa organizar una visita a este impresionante lugar, podéis encontrar toda la información en su página web, http://www.mirrorhouseq8.com/ Los grupos deben ser reducidos, de no más de diez personas. Os ánimo a pasaros por aquí algún día, seguro que no os dejará indiferentes y os dará mucho que pensar.


viernes, 20 de octubre de 2017

Paseando por la Mezquita



Ahora que ha llegado el buen tiempo, con temperaturas que no pasan de 35 grados y un sol perenne, es el mejor momento para explorar Kuwait y visitar sus principales puntos de interés. Mi primer lugar destacable ha sido la Gran Mezquita, donde la asociación AWARE organizaba una de sus visitas guiadas. Mereció la pena unirse al grupo, no solo por el monumento en sí, sino por las explicaciones que la guía nos fue dando, muy útiles para conocer los rituales religiosos islámicos.

Construida en 1986, la Gran Mezquita es la más grande de las 1487 que hay en Kuwait, con una superficie de unos 20000 metros cuadrados, lo que la convierte en la octava más grande de todo el mundo. Como todos los templos de este tipo se compone de un patio principal y un salón de oración, en cuya parte central se alza una impresionante cúpula decorada con los 99 nombres de Dios según la fe musulmana. La decoración del interior es fascinante y no tiene nada que ver con la imagen anodina desde el exterior. Además de la zona de rezo, hay otras salas anexas, como una biblioteca y un salón de recepciones decorado con azulejos de estilo andalusí, igualitos a los que se pueden ver en muchos rincones de Córdoba, Granada o Sevilla.




El salón principal de oraciones tiene capacidad para albergar un total de 10000 personas rezando al mismo tiempo, todos ellos hombres. Las mujeres lo hacen en una sala separada con capacidad para 1000 fieles aproximadamente. Según nos explicó la guía, esta segregación se hace para evitar posibles distracciones en forma de miradas furtivas y pensamientos pecaminosos por parte de los hombres, algo que podría haber dado para un buen debate el cual preferí evitar. La parte más importante y sagrada del salón principal es el mihrab, una especie de nicho decorado con versículos del Corán y que indica la dirección hacia donde los fieles deben rezar, mirando a la Meca.






Durante la visita, como digo, la guía nos iba relatando algunas particularidades relacionadas con la religión islámica, como las oraciones que un musulmán debe hacer cada día y en qué momento. La oración es uno de los cinco pilares del Islam y se debe hacer cinco veces al día, un poco antes del amanecer, al mediodía, a media tarde, al atardecer y antes de ir a dormir. Estos momentos son anunciados por el muecín desde la mezquita pero, tal y como me comentó mi amigo palestino, hay cierta flexibilidad y, si a uno no le es posible rezar en ese instante, lo puede dejar para un poco más tarde. En cuanto al lugar, no es necesario para un musulmán orar dentro de la mezquita sino que cualquier lugar, con ciertos niveles de tranquilidad, puede ser propicio para ello. Eso sí, la orientación hacia la Meca debe ser respetada.



Interesante y muy didáctica la visita que, además, avivó en mí cierto sentimiento de morriña, al percibir todas esas similitudes que tanto me recuerdan al lugar de donde vengo. La conexión emocional es evidente y me hacen pensar que tampoco estoy tan lejos de casa como parece.


viernes, 13 de octubre de 2017

Equidistancias



Dentro de las peculiaridades de mi día a día en Kuwait, hay cosas que, o bien van mejorando (como el tiempo, por ejemplo) o bien son cuestiones a las que ya me ha empezado a acostumbrar y apenas noto. Sin embargo, a día de hoy sigo quejándome de algo que me impide ver este país como un buen sitio para vivir. Me estoy refiriendo al tema de las distancias que existen entre mi barrio, mi trabajo y los lugares de ocio, algo que condiciona en gran medida mi nivel de satisfacción con mi vida aquí en general.



Es cierto que uno no valora bien lo que tiene hasta que no lo pierde. Eso me ocurre cuando pienso en mi situación en China, con el trabajo a cinco minutos a pie. Aquí en Kuwait invierto una media de una hora en el minibús que nos lleva de casa a la escuela y viceversa. En el trayecto de la mañana, mis colegas no suelen derrochar sociabilidad precisamente así que me decido a repasar árabe, mientras que por la tarde el ambiente es más distendido y el viaje se me hace más llevadero. Aún así, al cabo de una semana se nota todo ese tiempo tan precioso que paso sobre ruedas y noto que no me da tiempo a hacer todo lo que sí podía hacer en China con facilidad. Aparte, también agradecería el poder tener al menos una horita más de sueño todos los días.

En mi área no hay mucho que ver ni que hacer aparte de ir a pasear por la playa. La mayor parte de los lugares de interés y las sedes de eventos culturales se localizan en Kuwait City, el distrito centro. Se puede ir en autobús público, pero la red no cubre todas las zonas y algunas líneas no pasan con mucha frecuencia. En cuanto al taxi, su precio suele ser caro (aparte muchos taxistas se niegan a poner el taxímetro, como en la India, y hay que andar negociando todo el tiempo) y a veces no encuentras a tanta gente dispuesta a ir a los mismos sitios que tú y así poder compartir costes.




En cuanto a la posibilidad de tener un vehículo propio, es algo que no me planteo de momento. Además, a mi me encanta pasear, no conducir, pero, por lo que veo, Kuwait no es un país hecho para caminantes. A veces me siento como si me hubieran soltado en un “scalextric” gigante, donde tengo que estar constantemente mirando a todos lados por si viene un coche. Hay aceras, sí, pero suelen estar ocupadas con vehículos aparcados o se encuentran en un estado intransitable. En ocasiones, directamente no existen. En cuanto a los pasos de cebra, apenas se ven. Ni siquiera hay semáforos para peatones, con lo que uno tiene que cruzar siempre mirando de reojo.

Una calle cualquiera de mi barrio y sus "aceras"


En realidad todo esto tampoco supone un drama para mí. Como digo, hay un autobús que me lleva al centro, aunque tarde un buen rato, y además no es que necesite salir todos los días. Con respecto al tema de horas de sueño, lo voy llevando como puedo, yéndome a dormir más temprano de lo habitual e intentando acostumbrarme a este ritmo. Por mucho que me afecte, prefiero poner el foco en mi día a día en la escuela donde sigue yendo genial. Los logros que voy viendo a diario en algunos estudiantes compensa con creces todas las movidas con el transporte, no me cabe duda.



jueves, 5 de octubre de 2017

Las otras banderas



Como cantaban los Celtas Cortos, “en estos días inciertos en que vivir es un arte”, cada vez más personas se decantan por un nacionalismo exacerbado, justifican sus miedos y prejuicios envueltos en banderas y compiten a ver quién es más patriota. La situación, no solo en España sino en muchos otros lugares, es día a día más preocupante y por muy lejos que esté no deja de afectarme por los lazos que me unen de alguna manera a todas esas regiones. Es por ello que intente centrarme en las cosas por las que de verdad merece la pena luchar y seguir adelante, más allá de cuestiones identitarias e ideologías políticas. Una de estas cosas que dan sentido a mi vida y me sirve de faro es el trabajo que hago, algo que me enorgullece cada día y que me gustaría resumir en esta entrada y así, de paso, acercaros más a mi realidad diaria aquí.



































No hay un consenso claro en torno a la equivalencia de mi puesto de trabajo, “school counselor”, con la figura del orientador educativo, pero prácticamente las funciones son las mismas. Basicamente, mi misión principal en la escuela es ayudar a los estudiantes a alcanzar sus metas, no solo académicas, sino también sociales y emocionales, en colaboración tanto con los profesores como con los padres. Para ello pongo en práctica diferentes servicios y acciones, como sesiones individuales y grupales de asesoramiento tanto para los alumnos como para los profesores, talleres para padres, recogida de datos a través de observaciones y otros métodos, y también lo que le llaman “guidance lessons”, dos clases al día con diferentes cursos hablando sobre temas relacionados con el desarrollo socioemocional (autoestima, empatía, manejo de las emociones, etc.) o prevención de problemas que puedan ocurrir en el colegio (bullying, estrés antes de los exámenes, segregación, etc.). Este año trabajo solo con estudiantes de primaria, de Year 1 a Year 6 (desde 2º ciclo de Educación Infantil a 5º de Primaria en España), con edades comprendidas entre los 5 y los 11 años. En cada curso hay siete u ocho clases, con una media de 25 alumnos cada una, así que os podéis imaginar que siempre hay trabajo por hacer.

Tablón de anuncios en la entrada de mi oficina

Una parte de la oficina donde tienen lugar las sesiones

Aunque hay días en que la cantidad de sesiones, observaciones, reuniones, etc, puede resultar un poco estresante, me encanta lo que hago y la sensación que tengo al llegar a casa es normalmente positiva. De momento la administración me apoya y me motiva a seguir adelante con mis sugerencias. Entre los profesores hay de todo, unos más proclives a recibir ayuda y otros más reacios y conservadores, como en cualquier lado, pero en general reconocen y valoran mi labor. Pero los más agradecidos y los que más afecto muestran son, sin duda, los alumnos. No hay día que pase sin estudiantes saludándome y sonriendo sin cesar. Los más pequeños incluso se lanzan en tropel a abrazarme y, como son tantos, a veces no me dejan ni andar, pero es genial. No hay recompensa ni incentivo comparable a todo esto. Además ya empiezan a aparecer también mensajes de padres felicitándome por ayudar a sus hijos. ¿Hacen falta más motivos para estar orgulloso?


En resumen, sin llegar a ser del todo el lugar ideal para trabajar, este es quizás hasta el momento el primer curso en el que estoy llevando a cabo una labor enteramente centrada en mis metas. El año pasado también hacía lo mismo pero con la interferencia de tener que dar las clases de español, algo que no me disgustaba, pero me impedía concentrarme en la profesión que me gustaría ejercer hasta que me jubile, para mí, y sin desmerecer otras, una de las más necesarias en este agitado mundo en el que vivimos.



lunes, 2 de octubre de 2017

De derecha a izquierda


Entre los alicientes que barajé a la hora de venir a Kuwait, uno de los que más sentido da a mi experiencia aquí y de los que más disfruto es el aprendizaje del árabe. Ya hace unos años investigué algunos vídeos en Youtube a ver si podía aprender al menos el alfabeto, pero enseguida lo abandoné. Ahora ya me he puesto en serio con esta lengua que espero algún día dominar y sumar a la lista. 












En estos días estoy quedando con Mohamed, un amigo local, dos veces por semana para un intercambio de idiomas, español-árabe. Aparte, cuando tengo un hueco, estudio por mi cuenta los materiales que me va pasando. También he empezado a usar una aplicación para el móvil llamada Medinah Arabic durante los viajes del apartamento al trabajo, y a veces veo algún programa del curso “Árabe fácil” en Youtube. Para complementar mi aprendizaje, intento practicar lo que puedo con el personal de la escuela, en especial, como no, con los profesores y profesoras del departamento de árabe. Aquí hay un señor muy amable que cada vez que me ve intenta motivarme y que me dio un libro que usan los alumnos de primaria. Viene genial para soltarse con el alfabeto, la verdad.
 

 
































De momento, por lo que estoy estudiando, lo veo más sencillo que el chino, aunque la gramática es mucho más complicada, a un nivel incluso más complejo que la española. El alfabeto, al principio puede marear, pero es cuestión de familiarizarse y practicar. Es una lengua muy fonética y es relativamente fácil asociar cada sonido a una letra determinada. En cuanto a la pronunciación, hay solo seis sonidos que nunca antes había visto en otra lengua y, salvo esta letra, ع,  las demás las puedo decir sin problema.
 
El alifato

 
























Vamos a ver lo que consigo avanzar. La cosa es que, a pesar de parecerme más fácil que el chino, las oportunidades de practicar el árabe no son tantas, ya que el idioma que más se usa en mi trabajo es el inglés. En la calle, casi todo está en árabe y en inglés, y la gente que trabaja en los comercios habla la lengua de Shakespeare sin problemas, por lo que no existe esa premura por aprender el idioma local como en China. Sea como sea, me mantengo constante en la que es una de mis principales metas a conseguir en esta nueva experiencia de vida.

  وَداعاً
(wada'an)