viernes, 24 de enero de 2020

Entre dos mares


Las pasadas vacaciones de Navidad, un poco antes de escribir mi última entrada, hice un viaje relámpago a Baréin, un país que decidí visitar, primero porque me pareció el único sitio que se podía recorrer casi por completo en un par de días y, segundo, porque no creo que vuelva a tener la oportunidad de poder estar tan cerca en el futuro una vez me vaya de Kuwait el curso que viene. Por otra parte, quería comprobar de primera mano las bondades que suelen expresar los expatriados que viven aquí cada vez que aparece alguna encuesta sobre los mejores países para trabajar en el extranjero. 


El primer día me levanté con ganas de caminar, algo que en Kuwait, como ya sabéis, se hace muy complicado. En Baréin no es que sea muy diferente, pero al menos hay más aceras y el diseño urbanístico está mejor adaptado para poder ir a pie a casi cualquier parte. Por otra parte, el sistema de transporte público funciona mucho mejor que aquí y las zonas de mayor interés están muy bien conectadas. 

Empecé mi recorrido en el fuerte de Baréin, uno de los lugares más emblemáticos del país, construido en el año 2300 antes de Cristo, y que fue ocupado por diversas civilizaciones, como griegos, persas y hasta colonos portugueses durante el siglo XIX, cuando estos dominaban el comercio por la zona del golfo Pérsico.

Ese mismo día pasé por un yacimiento arqueológico donde se encuentran las ruinas de tres templos construidos por la civilización Dilmun, coetánea a mesopotamios y sumerios, que ocuparon esta zona tres milenios antes de Cristo. Los templos están dedicados al dios Elkin, dios del agua fresca y la sabiduría.




Por la noche, estuve dando una vuelta por el animado zoco de Bab Al Bahrain, el más grande de Manama, la capital. Aparte de comprar algunos recuerdos, pude probar uno de los dulces típicos del país, el llamado Halwa Showaiter, un postre hecho a base de azúcar caramelizada, harina de maíz y frutos secos que se sirve caliente. Toda una bomba que se recomienda tomar acompañado de un café árabe. 

Acabé la jornada tomándome una cerveza en un bar que había dentro del mismo hotel. Sí, cerveza con alcohol. En Baréin está permitido el consumo, aunque se restringe solo a ciertos establecimientos por lo que pude ver, normalmente hoteles y bares cuyos clientes suelen ser extranjeros.

























 
Al siguiente día me fui rumbo a la mezquita de Al Fateh, la más grande de Baréin. Se puede visitar de forma gratuita y, además, te asignan un guía que te va explicando los conceptos básicos del islam y detalles históricos. Fue muy interesante, la verdad.

La religión oficial de Baréin es el islam, sin embargo el gobierno reconoce la libertad de culto y no es raro encontrar templos de otras creencias, como varias iglesias católicas, e incluso una sinagoga (la única construida en un país del golfo Pérsico).









































Después del almuerzo, crucé el puente de Shaikh Hamad para llegar a la zona de Muharraq, la antigua capital de Baréin, donde se puede disfrutar mejor de la esencia cultural del país. Aquí hay varias casas antiguas, como la de Bin Matar, remodelada y convertida en una galería de arte y sala de eventos culturales.

Más tradicional si cabe es la antigua residencia de Isa Bin Ali Al Khalifa, monarca de Baréin de 1869 a 1932, el reinado más largo en la historia del país.










































No está mal Baréin, aunque en dos días no me dio tiempo a averiguar por qué es un país tan valorado por la comunidad expatriada. Supongo que será por los salarios y que las leyes no son tan estrictas como en otros estados de la zona, concretamente en lo que se refiere al consumo de alcohol. Más allá de eso, en lo poquito que vi no pude encontrar motivos evidentes que justificasen una valoración tan positiva. De todas formas, lo recomiendo para un viaje de fin de semana si vivís por esta zona del mundo.