La semana pasada volví a hacer una escapada a Dubai, aunque esta vez por
pura diversión y acompañado además de mi novia, la mejor persona con la que
poder compartir esta experiencia. Fue un viaje cortito, solo día y medio, pero dio
bastante de sí como veréis.
Llegamos un miércoles por la mañana y, tras un pequeño descanso, salimos a
comer por el barrio de Bastakiya, la parte más antigua de la ciudad. Encontramos un sitio muy
recomendable en una balconada al lado del canal, el restaurante Bayt al Wakeel,
desde donde disfrutar de unas vistas que nos recordaron, salvando las
distancias, a la zona del Bósforo en Estambul pero a menor escala. Para llegar
hasta aquí hay que atravesar parte del zoco antiguo, más atractivo visualmente
que el de Kuwait pero también con más vendedores a la caza del turista (se
recomienda paciencia). Por el módico precio de 1 dirham (20 céntimos de euro)
es posible dar un pequeño paseo en barca hasta la orilla opuesta del canal,
donde seguir paseando por la zona del embarcadero.
De vuelta a la orilla del zoco, seguimos paseando en dirección al complejo cultural de Al Fahidi, posiblemente una de las mejores zonas para conocer a fondo la historia y la cultura de los Emiratos. Para abrir boca, hicimos un alto en un fuerte del siglo XVIII que alberga en su interior el museo de Dubai, con diversas salas que repasan el recorrido histórico de esta ciudad. Se han encontrado restos arqueológicos de los primeros emplazamientos humanos aquí, hace 3000 años antes de Cristo, sin embargo, no podemos hablar de Dubai como ciudad en sí hasta ya entrado el siglo XIX, cuando una tribu, Bu Flasa, se instaló en torno a la zona del canal. En aquel entonces todavía no se sabía nada de los yacimientos petrolíferos y pocos podían imaginar que se llegaría a convertir en la metrópoli que es en la actualidad.
Por la tarde teníamos pensado buscar un sitio desde donde ver la puesta de
sol cerca del icónico hotel Burj al Arab, pero no nos dio tiempo y nos fuimos a
verla desde la playa Barasti, cerca de donde nos alojábamos. Lo que vimos aquí
no tenía nada que ver con un país árabe. Eso más bien parecía Ibiza, con la
gente (la inmensa mayoría extranjeros) bebiendo cerveza y bailando música electrónica
al atardecer. De momento no me consta que existan sitios así en Kuwait
(¿alguien tiene alguna información?). Por la noche quedamos con María, una
vieja amiga española que conocí en la India hace 9 años. Estuvimos en la zona
de Dubai Marina, una auténtica feria repleta de restaurantes y pubs de todo
tipo. Por todo ello no me extraña que Dubai sea una de las ciudades preferidas
por los extranjeros que trabajan en el Golfo Pérsico, aunque personalmente yo
no sé hasta cuándo podría vivir en esa especie de burbuja.
Al día siguiente teníamos pensado subir al mirador del Burj Khalifa, en
cuyos alrededores ya estuve la primera vez en Dubai. María nos recomendó pasar
de sacar la entrada turística y subir directamente a un restaurante llamado Atmosphere
en la planta 122 del famoso rascacielos y pedir un desayuno, que al final salía
más rentable. Llegamos a las 11, con lo que no nos dejaron pasar, así que, como
vimos que la cola de turistas era tremendamente larga, decidimos quedarnos
dando vueltas por la zona sin más. Más tarde, antes de tirar para el
aeropuerto, pasamos por Madinat Jumeirah, una especie de ciudad en miniatura,
con sus tiendas, sus restaurantes, hotel, etc., cerca del famoso Burj al Arab,
uno de los símbolos de Dubai.
Corto pero intenso. Una vez más pude darme cuenta de las enormes diferencias
entre Kuwait y Dubai, mucho más si cabe después de explorar las zonas de ocio.
No creo que me gustara establecerme allí, pero para escapadas como esta no
viene mal. Está bien poder disfrutar de vez en cuando de ciertas “tentaciones”,
difíciles de encontrar en el país en el que vivimos. Lo más seguro es que haya más
episodios descubriendo más rincones de esta ciudad.