Las
pasadas vacaciones de Navidad, un poco antes de escribir mi última entrada, hice
un viaje relámpago a Baréin, un país que decidí visitar, primero porque me
pareció el único sitio que se podía recorrer casi por completo en un par de
días y, segundo, porque no creo que vuelva a tener la oportunidad de poder estar
tan cerca en el futuro una vez me vaya de Kuwait el curso que viene. Por otra
parte, quería comprobar de primera mano las bondades que suelen expresar los
expatriados que viven aquí cada vez que aparece alguna encuesta sobre los
mejores países para trabajar en el extranjero.
El
primer día me levanté con ganas de caminar, algo que en Kuwait, como ya sabéis,
se hace muy complicado. En Baréin no es que sea muy diferente, pero al menos hay
más aceras y el diseño urbanístico está mejor adaptado para poder ir a pie a
casi cualquier parte. Por otra parte, el sistema de transporte público funciona
mucho mejor que aquí y las zonas de mayor interés están muy bien conectadas.
Empecé
mi recorrido en el fuerte de Baréin, uno de los lugares más emblemáticos del
país, construido en el año 2300 antes de Cristo, y que fue ocupado por diversas
civilizaciones, como griegos, persas y hasta colonos portugueses durante el
siglo XIX, cuando estos dominaban el comercio por la zona del golfo Pérsico.
Ese
mismo día pasé por un yacimiento arqueológico donde se encuentran las ruinas de tres templos construidos por la civilización Dilmun,
coetánea a mesopotamios y sumerios, que ocuparon esta zona tres milenios antes
de Cristo. Los templos están dedicados al dios Elkin, dios del agua fresca y la
sabiduría.
Por
la noche, estuve dando una vuelta por el animado zoco de Bab Al Bahrain, el
más grande de Manama, la capital. Aparte de comprar algunos recuerdos, pude
probar uno de los dulces típicos del país, el llamado Halwa Showaiter, un postre hecho a base de azúcar caramelizada, harina de maíz
y frutos secos que se sirve caliente. Toda una bomba que se recomienda tomar acompañado
de un café árabe.
Acabé
la jornada tomándome una cerveza en un bar que había dentro del mismo hotel.
Sí, cerveza con alcohol. En Baréin está permitido el consumo, aunque se
restringe solo a ciertos establecimientos por lo que pude ver, normalmente
hoteles y bares cuyos clientes suelen ser extranjeros.
Al
siguiente día me fui rumbo a la mezquita de Al Fateh, la más grande de Baréin.
Se puede visitar de forma gratuita y, además, te asignan un guía que te va
explicando los conceptos básicos del islam y detalles históricos. Fue muy
interesante, la verdad.
La
religión oficial de Baréin es el islam, sin embargo el gobierno reconoce la
libertad de culto y no es raro encontrar templos de otras creencias, como
varias iglesias católicas, e incluso una sinagoga (la única construida en un
país del golfo Pérsico).
Después
del almuerzo, crucé el puente de Shaikh Hamad para llegar a la zona de Muharraq, la antigua capital de Baréin, donde se puede disfrutar mejor
de la esencia cultural del país. Aquí hay varias casas antiguas, como la de Bin
Matar, remodelada y convertida en una galería de arte y sala de eventos
culturales.
Más tradicional si cabe es la antigua residencia de Isa Bin Ali Al
Khalifa, monarca de Baréin de 1869 a 1932, el reinado más largo en la historia
del país.
No
está mal Baréin, aunque en dos días no me dio tiempo a averiguar por qué es un
país tan valorado por la comunidad expatriada. Supongo que será por los
salarios y que las leyes no son tan estrictas como en otros estados de la zona,
concretamente en lo que se refiere al consumo de alcohol. Más allá de eso, en
lo poquito que vi no pude encontrar motivos evidentes que justificasen una
valoración tan positiva. De todas formas, lo recomiendo para un viaje de fin de
semana si vivís por esta zona del mundo.