viernes, 15 de septiembre de 2017

Calor no, lo siguiente




“Pues parece que está refrescando”, me comentaba una compañera de trabajo el otro día cuando salíamos de la escuela, mientras yo sentía como el calor traspasaba las suelas de mis zapatos. Efectivamente, como ya me avisaron a mi llegada, las temperaturas han sufrido una bajada con respecto a finales de agosto. Hemos pasado de tener máximas cercanas a 50 grados a “solo” 42, algo digno de celebrar.
 
Mi calle vacía, sea la hora que sea
























Kuwait City tiene el dudoso honor de encabezar el ranking de las ciudades más calurosas del planeta Tierra, con una temperatura media de 46 grados en julio y agosto, alcanzando e incluso rebasando los 50 grados en algunos días y que seguirá en aumento debido al efecto del cambio climático. Esto conlleva una inversión enorme en aparatos de aire acondicionado que mantienen frescas estructuras, como los inmensos centros comerciales (los únicos lugares en los que parece que existe vida social y entretenimiento estos días), ecológicamente inviables. Aquí ya se están empezando a plantear un diseño urbano diferente y sostenible que reduzca todo este derroche energético. Se van a tener que poner las pilas con este tema.
 
 
Mucha gente va a los "malls" solo para pasear
 

































Como es de esperar, este rango de temperaturas, con mínimas que no bajan de 30 por la noche, condicionan una buena parte de mi día a día. La gente todavía prefiere pasar el tiempo libre refugiada en sus apartamentos, con lo que las oportunidades de salir por ahí y socializar se vean limitadas. Las veces que he salido a explorar un poco, enseguida me he vuelto porque no aguantaba más. Tampoco he podido seguir demasiado con mis carreras camino de la media maratón. A la media hora ya no puedo seguir y tengo que parar, no puedo con mi alma. Ni de noche hay una pequeña tregua para salir sin tener que llevar una toalla para secarse el sudor.
 
El paseo marítimo al caer la noche, cuando ya se puede respirar un poco

 






















Pese a todo, he de decir que el verano en Córdoba me sirvió de lanzadera para tolerar mejor estas primeras semanas en este horno y no desesperar hasta que se alcance un tiempo más agradable (dicen que en octubre ya cambia el panorama). Aún así, este tipo de circunstancias afectan más cuando en el trabajo las cosas no van saliendo como esperaba. Esta semana me ha tocado dejar a un lado mis tareas de orientador y sustituir a una profesora que ni sabemos si va a volver, así que de momento estoy algo mosqueado. Pero bueno, ahora es cuando toca mostrar eso que tantas veces trato de enseñar a los chavales: ser resiliente y ver los momentos difíciles como oportunidades para crecer. De eso se trata, al fin y al cabo, toda esta experiencia.


 
 

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