Son
las 6 y media de la tarde. El sol empieza a ponerse en el horizonte al tiempo
que familias enteras se agolpan a la mesa, dispuestos a disfrutar de una
copiosa cena tras un día entero sin comer ni beber nada. Se trata del iftar,
la comida que marca la ruptura del ayuno durante el Ramadán, el mes sagrado en
el Islam, que comenzó el pasado día 6 de mayo. Es la primera vez que me hallo
en un país musulmán durante este acontecimiento que condiciona la vida de todo
el mundo aquí, independientemente de la fe de cada uno.
El
ayuno o sawn es la característica más conocida durante este periodo y es
uno de los cinco pilares del Islam. Comienza al amanecer de cada día, justo
después del suhur, un desayuno fuerte para aguantar el resto de la jornada, y
termina con la puesta de sol. Durante este tiempo, los musulmanes tienen prohibido
comer, beber (ni siquiera agua), fumar y tener relaciones sexuales. Las
personas mayores con problemas de salud, las mujeres embarazadas y los niños
menores de 12 años están exentos de esta práctica. Aparte de ayunar, los
musulmanes también conmemoran estos días de sacrificio y espiritualidad,
realizando buenas acciones, ayudando a los más necesitados y repartiendo limosna,
acto conocido como zakat, otro de los pilares de la religión islámica,
que en estos días se da con más frecuencia.
En
lo que mi vida diaria se refiere, en este mes tenemos un horario de trabajo
reducido y menos estudiantes en las aulas. Los comercios también modifican sus
horarios estos días y algunos cierran por completo durante todo el mes. La
obligación de abstenerse de comer y beber se aplica también a los no
musulmanes. Cualquier persona, independientemente de su religión, que sea vista
rompiendo el ayuno o fumando en la calle o en cualquier otro lugar público se
le aplicará una multa de 100 KD (casi 300 euros) y un mes de cárcel.
Muchas tiendas y supermercados ofrecen descuentos durante este mes |
Pero,
más que el componente restrictivo que conlleva el Ramadán, me gustaría resaltar
que es también una ocasión para celebrar reuniones familiares y con amigos, donde
reinan la alegría, la generosidad y la solidaridad. Esto ocurre casi a diario
estos días al ponerse el sol. En cierto modo, se puede ver como algo equivalente
a nuestras fiestas navideñas en los países occidentales. Sin duda, vale la pena
asistir a alguno de estos festejos si se tiene la oportunidad y compartir el
momento.
¡Ramadan
Kareem para todo el mundo!
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