Entre los principales atractivos
de Jordania está la existencia de numerosos lugares de interés relacionados con
la Biblia. Miles de visitantes peregrinan cada año a este país con el fin de meter
sus pies en el río donde se supone que Jesús fue bautizado, visitar la cueva
donde Lot se refugió tras la destrucción de Sodoma y Gomorra o divisar el
castillo desde donde gobernaba el rey Herodes. En nuestro último día de viaje
decidimos contactar con un guía local, Ammar, con el que recorrimos parte de
estos enclaves históricos.
Nuestro punto de partida fue la
ciudad de Madaba, a media hora de Amman, famosa por su iglesia ortodoxa de San
Jorge. Este santuario acoge un fenomenal mosaico del siglo VI DC, en el suelo justo
delante del altar mayor, que representa un mapa de la Tierra Santa, incluyendo localizaciones
como Jerusalén, Jericó o Belén. Madaba también
debe su fama a sus talleres artesanales donde se realizan unos mosaicos preciosos.
Nosotros compramos uno que representa el llamado “Árbol de la vida”, símbolo
principal de la ciudad, como recuerdo de este viaje.
A poca distancia de Madaba se encuentra el Monte Nebo, otro de los lugares clave dentro del relato bíblico que merece la pena visitar. Desde su cima, a unos 800 metros sobre el nivel del mar, el profeta Moisés divisó por primera vez Canaan, la Tierra Prometida, en su éxodo desde Egipto. En días despejados, es posible avistar Jerusalén y Jericó. Aquí también hay una pequeña iglesia, la Basílica de Moisés, construida en el periodo bizantino, con interesantes mosaicos en su interior.
Para cerrar la jornada, Ammar nos
llevó a las orillas del Mar Muerto, el punto más bajo en la superficie de la tierra
(unos 422 metros bajo el nivel del mar), justo en la frontera entre Israel, Palestina
y Jordania. Su principal característica es que, debido a su elevada
concentración de sal, es casi imposible sumergirse con lo que se puede flotar
sin esfuerzo. Se recomienda, eso sí, tener cuidado y evitar que el agua nos
entre en los ojos o dentro de la boca, y no pasar demasiado tiempo dentro por
el riesgo de deshidratación.
Es posible que, si vais con un
guía, os lleve a una especie de piscina-balneario privado, donde hay que pagar
una entrada de 20 JD por persona. Si no tenéis intención de pasar mucho tiempo
allí, más allá de un breve baño y un par de fotos, y no os importa esperar
llegar a Amman o donde tengáis el hotel para daros una ducha, es mejor buscar
cualquier playita pública (a pocos metros de esta piscina) donde se puede acceder
de forma gratuita.
Sin apenas darnos cuenta,
habíamos llegado al final de nuestra aventura por Jordania. Una experiencia
maravillosa que nos dejó enteramente satisfechos. También fue un viaje especial
por ser el primero que hacemos juntos como pareja y haber tenido al fin la
oportunidad de compartir nuestro tiempo y vivencias en este contexto. Espero
que no tengamos que esperar mucho para el siguiente.
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