martes, 30 de abril de 2019

Maravillas jordanas (y III): Rutas bíblicas


Entre los principales atractivos de Jordania está la existencia de numerosos lugares de interés relacionados con la Biblia. Miles de visitantes peregrinan cada año a este país con el fin de meter sus pies en el río donde se supone que Jesús fue bautizado, visitar la cueva donde Lot se refugió tras la destrucción de Sodoma y Gomorra o divisar el castillo desde donde gobernaba el rey Herodes. En nuestro último día de viaje decidimos contactar con un guía local, Ammar, con el que recorrimos parte de estos enclaves históricos.


Nuestro punto de partida fue la ciudad de Madaba, a media hora de Amman, famosa por su iglesia ortodoxa de San Jorge. Este santuario acoge un fenomenal mosaico del siglo VI DC, en el suelo justo delante del altar mayor, que representa un mapa de la Tierra Santa, incluyendo localizaciones como Jerusalén, Jericó o Belén. Madaba también debe su fama a sus talleres artesanales donde se realizan unos mosaicos preciosos. Nosotros compramos uno que representa el llamado “Árbol de la vida”, símbolo principal de la ciudad, como recuerdo de este viaje.


























A poca distancia de Madaba se encuentra el Monte Nebo, otro de los lugares clave dentro del relato bíblico que merece la pena visitar. Desde su cima, a unos 800 metros sobre el nivel del mar, el profeta Moisés divisó por primera vez Canaan, la Tierra Prometida, en su éxodo desde Egipto. En días despejados, es posible avistar Jerusalén y Jericó. Aquí también hay una pequeña iglesia, la Basílica de Moisés, construida en el periodo bizantino, con interesantes mosaicos en su interior.






































Para cerrar la jornada, Ammar nos llevó a las orillas del Mar Muerto, el punto más bajo en la superficie de la tierra (unos 422 metros bajo el nivel del mar), justo en la frontera entre Israel, Palestina y Jordania. Su principal característica es que, debido a su elevada concentración de sal, es casi imposible sumergirse con lo que se puede flotar sin esfuerzo. Se recomienda, eso sí, tener cuidado y evitar que el agua nos entre en los ojos o dentro de la boca, y no pasar demasiado tiempo dentro por el riesgo de deshidratación.
Es posible que, si vais con un guía, os lleve a una especie de piscina-balneario privado, donde hay que pagar una entrada de 20 JD por persona. Si no tenéis intención de pasar mucho tiempo allí, más allá de un breve baño y un par de fotos, y no os importa esperar llegar a Amman o donde tengáis el hotel para daros una ducha, es mejor buscar cualquier playita pública (a pocos metros de esta piscina) donde se puede acceder de forma gratuita.




















Sin apenas darnos cuenta, habíamos llegado al final de nuestra aventura por Jordania. Una experiencia maravillosa que nos dejó enteramente satisfechos. También fue un viaje especial por ser el primero que hacemos juntos como pareja y haber tenido al fin la oportunidad de compartir nuestro tiempo y vivencias en este contexto. Espero que no tengamos que esperar mucho para el siguiente.


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