martes, 23 de abril de 2019

Maravillas jordanas (II): Petra


Cañón de la Media Luna. Indiana Jones, su padre, Markus y Sallah  atraviesan un estrecho desfiladero a caballo en busca de la ciudad perdida de Alexandreta. Tras varios metros aparece majestuosa la fachada de lo que parece ser un antiguo templo, lugar donde parece que está escondido el Santo Grial. Vi por primera vez esta escena en el cine con 9 años. Desde entonces, las ruinas de Petra se hicieron un hueco en mi colección de lugares icónicos que algún día tendría que visitar. Mis deseos se hicieron realidad en nuestro tercer día de viaje, cuando tuvimos la suerte de visitar este mítico lugar.

Construida por la civilización nabatea seis siglos antes de Cristo, las ruinas de esta fabulosa ciudad se ubican en Wadi Musa, a unas 4 horas de autobús de Amman. Ya desde el principio, incluso antes de atravesar el Siq, el espectacular cañón que precede a la entrada del Tesoro, se puede apreciar la imponencia del sitio. Para abrir boca, se puede observar, por ejemplo, la Tumba del Obelisco, reconocible por las cuatro pirámides que la coronan, y otros monumentos funerarios. También en esta zona están las ruinas de la antigua presa que construyeron los nabateos, un pueblo muy avanzado para su época, pero que acabó sucumbiendo ante la expansión del Imperio Romano. El Siq, como digo, desemboca en uno de los puntos más pintorescos y legendarios de Petra, el Tesoro, con una altura de 40 metros, a cuyo interior no se puede acceder, y cuya función original sigue siendo aún una incógnita.







































Tras limpiarnos la baba, seguimos nuestro recorrido por la llamada Avenida de las Fachadas, un cañón un poco más abierto que el Siq con varias tumbas a cada lado. Desde aquí se llega a las ruinas del teatro, construido por los nabateos y reformado posteriormente por los romanos. Como casi todos los monumentos en Petra, también está excavado directamente en la roca. Más adelante se encuentra la Calle de las Columnas, donde se concentraba la mayor parte de comercios de la antigua ciudad (algo así como la actual calle Foro Romano en Córdoba). Al costado están las ruinas del Gran Templo, el mayor de los edificios en todo el conjunto arqueológico, y justo al lado los restos del santuario dedicado al dios Dushara o “Señor de la Montaña”, bautizado por los beduinos como Qasr al-Bint (traducción al árabe de “el castillo de la hija (del Faraón)”).




A partir de aquí el camino se hace un poco más duro, con lo que no viene mal hacer una paradita para coger fuerzas. Desde Qasr al-Bint hasta el Monasterio hay cerca de una hora de caminata, a través de estrechos senderos y escalones, por los que van pasando burros arriba y abajo transportando visitantes. A los lados, impresionantes vistas de acantilados y gargantas. Fue sin duda mi zona favorita, ya que aquí se combina el senderismo con la arqueología y la naturaleza, el combo perfecto. El climax final, una vez que nos topamos con la grandiosa fachada de lo que en su día llegó a ser una capilla cristiana y refugio de peregrinos, fue épico y no pudimos evitar darnos un abrazo por la alegría de poder admirar todo esto. 




A la vuelta todavía nos quedaba un conjunto arquitectónico importante por visitar, el de las Tumbas Reales, formado por cuatro edificios entre los que destaca la colosal Tumba de la Urna. Aquí, desde donde también se divisan unas esplendidas vistas más allá de la Calle de las Columnas, tiene su puesto de regalos un singular comerciante que se hace llamar “Mohammed in the Mountains”. Nos dijo que no dudáramos en publicar su foto y ubicación en Internet, a ver si así consigue un poco de fama. Dicho y hecho.





Necesitamos solo un día para ver los principales puntos de interés en Petra aunque la verdad yo recomendaría reservar al menos una jornada más porque hay multitud de senderos alternativos para recorrer. También se puede visitar por la noche, pero solo hasta la zona del Tesoro, donde tiene lugar un pequeño espectáculo musical a la luz de las velas. A mi mujer le encantó, pero a mí me pareció que había demasiada gente, con grupos de turistas haciendo ruido y hablando a voces, lo que rompía la magia del momento. De todas formas, no está mal como aperitivo antes de adentrarse en esta maravilla que nos seguramente os marcará.


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