viernes, 26 de enero de 2018

Visitando Omán (y III): Sur y Wadi Shab



Para relajar las piernas después del traqueteo por las montañas, decidí tomarme unos días de reposo en Sur, una bonita localidad costera, donde me alojé con una estupenda familia tunecina que conocí a través de Couchsurfing, página que no usaba desde que fui a Corea del Sur en 2016. Quizás no fueron unos días pródigos en actividades, pero me lo pasé muy bien con mis anfitriones, charlando, tocando la guitarra y brindando por el año nuevo, que me pilló esta vez allí.

Una de las cosas que más fama da a Sur es su industria astillera tradicional. Hay un pequeño museo, cerca del puente colgante de la zona de Al Ayjah, donde se pueden ver cómo construyen las embarcaciones, llamadas dhows. Estos barcos se han utilizado durante siglos tanto para el transporte de mercancías como la pesca, y hasta ahora no se han dejado de producir.


Cruzando el puente mencionado anteriormente se puede acceder a la parte más antigua y también más pintoresca de la ciudad. Es aquí donde se encuentra el faro, uno de los lugares icónicos de Sur. Pero para encontrar las mejores vistas, hay que subir al torreón de Al Ayjah desde el que se puede apreciar enteramente todo esta zona que, en cierto modo, me recordó mucho a Cádiz.


Desde Sur es posible planear excursiones hacia otros puntos de interés. Un lugar muy recomendable es Wadi Shab, a solo 45 minutos en coche. Es uno de los wadi (vocablo árabe que es español se traduciría como “valle” o “cañón”) más fascinantes de Omán y uno de los mejores sitios que visité durante mi viaje. El recorrido completo puede durar unas dos horas, aunque lo normal es pasar más tiempo, sobre todo en las pozas, de agua azul turquesa, donde apetece darse un chapuzón. Hasta llegar a esta parte hay un recorrido relativamente fácil entre los acantilados, a través de angostos senderos y rocas que, en algunos tramos, pueden ser algo resbaladizas, por lo que se recomienda un calzado adecuado.  



Tras dejar Sur, volví a Muscat donde pasé mis últimos días junto a mi amigo Arturas y su familia, comentando lo que había dado de sí el viaje y cómo era para ellos la vida en Omán. Por lo que me dijeron, me pareció que se encontraban bastante cómodos y no tenían muchas ganas de volver, de momento, a la fría Lituania. A mí, la verdad, me gustaría pasar una temporada residiendo allí pero, por suerte o por desgracia, me hallo de nuevo aquí en Kuwait, donde, a pesar de haberme ya acostumbrado a algunos inconvenientes, no lo veo para nada como un lugar idóneo para vivir. A pesar de todo, el regreso no me resultó demasiado traumático y no me costó nada retomar el ritmo de trabajo y vida habitual. Eso sí, miento si digo que no he suspirado al terminar cada entrada sobre Omán que he ido dejando este mes. En cuanto pueda vuelvo.



viernes, 19 de enero de 2018

Visitando Omán (II): Nizwa y alrededores



Tras el paso por Muscat y la salida hacia Nizwa, una población situada entre espectaculares montañas en el interior de Omán, empezó a aparecer ese componente de aventura tan necesario en cada viaje. Aquí me quedé durante cuatro días donde tuvieron lugar la mayoría de anécdotas y momentos curiosos durante mi visita a este país.


Dejé el apartamento en el que me alojé con muchas ganas de explorar y descubrir con más luz las calles y los edificios por los que pasé cuando llegué, ya al caer la noche. Fue muy bonito volver a disfrutar del ambiente de pueblo, con gente que se mueve de un lado a otro en bicicleta, sin tráfico ni molestos pitidos. Y además rodeado de unos paisajes montañosos que estaban pidiendo a gritos una caminata por sus laderas. Pero el senderismo tendría que esperar un día más ya que antes decidí acercarme a Bahla, a media hora de Nizwa, famosa por su esplendido fuerte, patrimonio de la Humanidad. En el trayecto hacia allí, me hice amigo del taxista, Ahmed, un chaval que se ofreció a llevarme a explorar las montañas cuando estuviera libre, proposición que no pude rechazar.


La vuelta desde Bahla a Nizwa resultó un poco más complicada porque no pasaban taxis y es aquí donde de verdad me di cuenta de que en Omán se necesita tirar de coche alquilado si uno quiere moverse con facilidad. Aún así, al final encontré a un señor muy amable que iba para allá y se ofreció a llevarme. No sería la única vez que algo así me pasara en este viaje.
Una vez en mi destino, aproveché las últimas horas de luz para darme una vuelta por el zoco, repleto de puestos de cerámica, y el fuerte, el más antiguo de Omán. Es un sitio precioso, en cuyo interior se conservan objetos y textos antiguos, y desde cuya torre se divisa toda la ciudad y sus alrededores. Un sitio muy recomendable a pesar de que la mayor parte ha sido restaurada en repetidas ocasiones y apenas queda constancia del armazón original.

Puestos en el zoco
Al día siguiente, salí rumbo a otra localidad cercana, esta vez Misfat al Abryeen, una pintoresca aldea rodeada de terrazas repletas de vegetación por donde serpentean los famosos falaj, un sistema de irrigación tradicional, también patrimonio de la Humanidad. Este método de regadío viene a ser lo mismo que las acequias que los árabes dejaron en la Península Ibérica y que a su vez, tuvieron como inspiración los acueductos romanos. 
Saliendo de la aldea hay varias rutas de senderismo por las que perderse entre cañones. Yo encontré una muy chula pero no la pude completar porque quería estar de vuelta antes del atardecer. Resulta que solo hay dos sitios donde alojarse en Misfat, y los dos estaban repletos, por lo que decidí caminar colina abajo hasta Al Hamra, el pueblo vecino, a ver si allí encontraba algo. Por el camino, dos personas que llevaban pollos, me hicieron un hueco en la cabina del conductor y conseguí hacerme entender para que me dejaran cerca de algún hotel. Encontré un sitio que tampoco tenía camas libres pero el dueño, muy amable también, tenía un amigo que tenía otro amigo que acababa de abrir una especie de parador hace dos días. Esa noche, en una casa vacía, toda para mí, me convertí en el primer huésped de ese, espero que, futuro próspero negocio.

Había entrado ya en una dinámica de situaciones inesperadas y surrealistas, que no puse ningún reparo a irme con Ahmed, el taxista, a recorrer las montañas de Jebel Akhdar en un vetusto 4x4 con música árabe a todo meter. Más allá del lugar en sí, donde destaca sobre todo la ciudad abandonada de Birkat al Mouz, fue muy interesante conversar con mi improvisado guía, un chico con un pensamiento muy tradicional y conservador, sobre diferentes temas sociales y culturales. Para mí, supuso una especie de shock escuchar con qué calma me comentaba cómo su tío se las apañaba con sus dos esposas, o cómo él veía normal que las mujeres en su pueblo no salieran a la calle apenas y fueran prácticamente cubiertas (a algunas no se les ven ni los ojos). Me puse a pensar en cómo los procesos de culturización afectan a las actitudes de las personas y me imaginaba cuál podría ser la reacción de este chico si le hablase de determinadas cuestiones en torno a la sexualidad y los derechos sociales que en España se perciben como legítimos y completamente aceptables. No me atreví, la verdad, a iniciar un debate ya que, por alguna razón, sabía que iba a ser difícil hacerle entender mi postura (y, bueno, que tampoco quería quedarme tirado en plena montaña).


Cuando uno está en la capital, es relativamente fácil llegar a cualquier sitio o conseguir lo que sea, cosa que no siempre es posible, como me pude dar cuenta, en zonas más rurales. Pero lo que puede significar un incordio, no deja de ser parte de la esencia del viajar y que, quizás, sea lo que mejor y de forma más entrañable recuerde en el futuro. Vale que, como ya dije, Omán no es el país ideal para ir de mochilero, pero al final es posible llegar a cualquier sitio con determinación, tranquilidad y también, por supuesto, algunos gramitos de suerte.

viernes, 12 de enero de 2018

Visitando Omán (I): Muscat



Empiezo ya aquí la crónica del pasado viaje a Omán en el lugar donde suelen aterrizar prácticamente todos los vuelos internacionales, que es su capital, Muscat o Mascate, como se diría en español. La que fuera en su día colonia portuguesa (y por unos años, hasta española) y una de los principales puertos en las rutas comerciales entre los siglos XVI y XVII, conserva gran parte de su esencia y legado histórico y no ha dejado que la salvaje urbanización que caracteriza otras ciudades del golfo Pérsico tenga lugar. Esto la convierte en una ciudad con cierto encanto y bastantes condiciones de habitabilidad pese al calor y la humedad de los meses de verano. Desde luego, atractivos y lugares para visitar no le faltan.

Mis primeras dos noches en Omán me alojé en un apartamento muy cercano al principal monumento de interés en Muscat: la Gran Mezquita del Sultán Qaboos, la más importante del país y tercera en el ranking mundial por tamaño. Su construcción se finalizó en 2001 y fue un regalo del que hasta el momento sigue siendo el gobernante del país (47 años lleva ya) a su pueblo. El conjunto completo impresiona ya desde antes de entrar, al ver la enorme cúpula y sus minaretes a lo lejos. Una vez dentro es una auténtica pasada de lugar, una verdadera joya arquitectónica en la que se pueden pasar perfectamente un par de horas admirando cada detalle.

Tras descalzarme como es debido, entré en el salón de oración donde destaca una enorme lámpara de cristal de unos catorce metros de altura, lo que le da el honor de ser la más grande del mundo. Otra joya digna de record Guiness es la alfombra persa que recubre el suelo de la sala, que ofrece capacidad para unas 20000 personas. Avanzando hacia el fondo nos podemos encontrar un preciosamente adornado mihrab, el lugar más sagrado del recinto, cuya decoración basada en figuras geométricas y versos coránicos está cuidada hasta el último milímetro. Como nota interesante sobre el Islam en Omán, decir que aquí la rama mayoritaria no es ni la suní ni la chiita, sino la ibadí, lo que hace que este país mantenga un posición neutral en relación a los conflictos entre otras naciones del mundo árabe.



































Todavía encandilado tras el paso por la Gran Mezquita, me fui al parque Qrum, el más transitado por los locales y el principal pulmón verde de la ciudad. Es un bonito lugar para dar un paseo y hacer picnic, aunque me di cuenta que algunas zonas, como el lago central, están algo dejadas y les haría falta un repasito. Antes de encontrarme con mi amigo Arturas, bajé andando del parque a la zona de la playa donde puede disfrutar de uno de los atardeceres más espectaculares que he visto últimamente. Para el primer día no había estado nada mal.


La segunda jornada en Muscat, el día de Nochebuena, la pasé enteramente en la zona de Matrah, donde se encuentra el puerto, el zoco, el paseo marítimo de Corniche y otros lugares de interés histórico, como algunos fuertes y museos. Es un distrito que da para un día entero, con rincones concretos que animan a sentarse un rato y simplemente observar, escuchar, en definitiva, sentir todo lo que ocurre alrededor. En cuanto al zoco, es muy recomendable y se pueden conseguir artículos interesantes más allá de los kummar (los gorros típicos que suelen llevar los hombres aquí), siempre con el pertinente regateo por medio, claro está.



Si uno sigue recorriendo la costa más allá del paseo de Corniche, pasando el parque Riyam, se llega a una zona destinada en su totalidad a edificios gubernamentales, entre ellos el palacio de Al Alam, utilizado por el Sultán para ceremonias oficiales. En sus alrededores hay algunos ministerios, un par de fuertes a los que no se puede acceder y el Museo Nacional. 


Entrada al palacio de Al Alam
Como digo, me dio muy buena impresión Muscat y, por lo que me dijo mi amigo, es un buen lugar para vivir más allá de los atractivos turísticos. Pero yo lo que en realidad iba buscando eran montañas y zonas rurales, algo que encontraría al salir de la capital, en Nizwa y sus alrededores, a los que dedicaré la próxima entrada.

jueves, 4 de enero de 2018

De vuelta del edén



¡Feliz año a todo el mundo! Pues nada, ya estoy otra vez en Kuwait, de regreso de una tierra de ensueño. Se me han hecho muy cortos estos doce días en Omán, un país repleto de lugares fascinantes para visitar, y al que confío en volver en el futuro con algo más de tiempo.

Mezquita del Sultán Qaboos, en Muscat

Hay muchas razones por la que elegir Omán como destino de vacaciones pero la principal para mí ha sido la cantidad de espacios naturales en los que poder hacer lo que siempre voy buscando cuando viajo, que es hacer senderismo. Existen multitud de rutas a lo largo de formaciones rocosas increíbles, playas inmensas, valles y palmerales, pasando por antiguas ciudadelas y pueblecitos que conservan la esencia de esta tierra. Es justamente todo lo que no puedo encontrar en Kuwait, lo que ha hecho que viva este viaje con más entusiasmo si cabe.

Vista de un valle en Jebel Akhdar
También me ha encantado la simpatía y amabilidad de la gente local. Suelen ser personas muy tradicionales en su mayoría, pero abiertos a conocer diferentes culturas y puntos de vista. Según el amigo al que visité, Arturas, y que lleva allí más tiempo, los omaníes muestran, en general, un gran respeto hacia los extranjeros, tanto a los que trabajan allí como a los turistas. Yo lo he podido comprobar estos días en primera persona; muy buena gente la de Omán.

Pescadores en la playa de Sur

Por ponerle alguna pega al viaje en Omán, me he dado cuenta de que no es un país para mochileros, en el sentido de que no es tan fácil moverse de un lado a otro. Es decir, la mayoría de turistas que vienen aquí van a todas partes con su coche alquilado y suelen venir, o bien en familia o en grupo. Me daba la sensación de que yo era el único que iba por ahí con la mochila a cuestas. Pero bueno, no es imposible viajar como yo lo he hecho aunque se requiere más tiempo. He ido tirando de autobuses públicos, taxis compartidos y conductores espontáneos que se paraban a recogerme para llevarme a mi destino. De todas maneras, la próxima vez me organizaré mejor y me pillaré un vehículo, es lo suyo.

También incluyo esta barcaza entre los vehículos "alternativos"
Esto es solo un breve resumen de mis sensaciones después del viaje. En las próximas entradas iré describiendo con más detalle los lugares por los que he pasado y contando anécdotas. Espero que os pueda servir de ayuda a los que se estén planteando viajar a este paraíso en la tierra. Yo, por mi parte, quiero repetir.