Para relajar las piernas después del traqueteo por las montañas, decidí
tomarme unos días de reposo en Sur, una bonita localidad costera, donde me
alojé con una estupenda familia tunecina que conocí a través de Couchsurfing,
página que no usaba desde que fui a Corea del Sur en 2016. Quizás no fueron
unos días pródigos en actividades, pero me lo pasé muy bien con mis
anfitriones, charlando, tocando la guitarra y brindando por el año nuevo, que
me pilló esta vez allí.
Una de las cosas que más fama da a Sur es su industria astillera
tradicional. Hay un pequeño museo, cerca del puente colgante de la zona de Al
Ayjah, donde se pueden ver cómo construyen las embarcaciones, llamadas dhows.
Estos barcos se han utilizado durante siglos tanto para el transporte de
mercancías como la pesca, y hasta ahora no se han dejado de producir.
Cruzando el puente mencionado anteriormente se puede acceder a la parte más
antigua y también más pintoresca de la ciudad. Es aquí donde se encuentra el
faro, uno de los lugares icónicos de Sur. Pero para encontrar las mejores
vistas, hay que subir al torreón de Al Ayjah desde el que se puede apreciar
enteramente todo esta zona que, en cierto modo, me recordó mucho a Cádiz.
Desde Sur es posible planear excursiones hacia otros puntos de interés. Un
lugar muy recomendable es Wadi Shab, a solo 45 minutos en coche. Es uno de los wadi
(vocablo árabe que es español se traduciría como “valle” o “cañón”) más
fascinantes de Omán y uno de los mejores sitios que visité durante mi viaje. El
recorrido completo puede durar unas dos horas, aunque lo normal es pasar más
tiempo, sobre todo en las pozas, de agua azul turquesa, donde apetece darse un
chapuzón. Hasta llegar a esta parte hay un recorrido relativamente fácil entre
los acantilados, a través de angostos senderos y rocas que, en algunos tramos,
pueden ser algo resbaladizas, por lo que se recomienda un calzado adecuado.
Tras dejar Sur, volví a Muscat donde pasé mis últimos días junto a mi amigo
Arturas y su familia, comentando lo que había dado de sí el viaje y cómo era
para ellos la vida en Omán. Por lo que me dijeron, me pareció que se
encontraban bastante cómodos y no tenían muchas ganas de volver, de momento, a
la fría Lituania. A mí, la verdad, me gustaría pasar una temporada residiendo allí pero, por suerte o por desgracia, me hallo de nuevo aquí en Kuwait, donde, a
pesar de haberme ya acostumbrado a algunos inconvenientes, no lo veo para nada
como un lugar idóneo para vivir. A pesar de todo, el regreso no me resultó
demasiado traumático y no me costó nada retomar el ritmo de trabajo y vida
habitual. Eso sí, miento si digo que no he suspirado al terminar cada entrada
sobre Omán que he ido dejando este mes. En cuanto
pueda vuelvo.