jueves, 21 de diciembre de 2017

Rumbo a Omán (y felices fiestas)



Llegaron las fiestas navideñas y con ellas las esperadas vacaciones en el colegio. Aquí en Kuwait, como podéis imaginar, la Navidad no se celebra, pero los colegios internacionales se toman unas tres semanas de descanso, más que nada para que el personal (la mayor parte procedente de países occidentales) se pueda tomar un respiro. Como hay bastantes extranjeros que no vuelven a sus respectivos hogares y se quedan aquí en estas fechas, en las tiendas se pueden comprar arbolitos y otros adornos navideños para que puedan seguir sintiéndose como en casa.

No sé si es siempre así o solo estos días, pero la decoración del Zoco me pareció también muy navideña

























































Debido a que no hace casi nada que estuve en España, yo he decidido pasar estos próximos días de viaje. En esta ocasión me voy a Omán unos días, donde me encontraré con Arturas, un viejo conocido de mi etapa lituana, que ahora mismo trabaja por allí. He estado planeando la ruta que voy a hacer y he podido ver ya unas fotos espectaculares. Por lo visto el sitio es una pasada y hay montones de lugares interesantes para visitar. Se me van a hacer cortos estos próximos trece días.

La cosa promete


Básicamente esto es todo lo que quería decir en esta entrada. A la vuelta volveré con nuevas crónicas y experiencias por tierras omaníes. Espero que paséis unas felices navidades, ajenos a todas las discusiones políticas que se os vienen encima por España (os recomiendo pasar de Whatsapp y redes sociales por unos días y centraros en aquellos que tenéis más cerca) y tengáis una buenísima entrada del año. Yo por mi parte lo estoy acabando en muy buena forma, positivo e intrigado por saber que me deparará el 2018. En este 2017 que pronto dejaremos creo que he cumplido bastantes objetivos y no puedo más que sentirme satisfecho. Gracias a todos y a todas por haber estado ahí apoyando y ayudarme a conseguir mis propósitos. ¡Que os vaya bonito!


viernes, 15 de diciembre de 2017

A jorobarse



El pasado sábado los amigos de AWARE volvieron a organizar una actividad con el objetivo de acercar a los extranjeros en Kuwait algunas costumbres y particularidades de este país. Esta vez le tocó el turno a las carreras de camellos, un evento que se celebra de noviembre a abril, y que suele atraer tanto a locales de todas las esferas sociales como a visitantes curiosos por descubrir esta peculiar tradición.


Las carreras de camellos no son exclusivas de Kuwait, sino que son también populares en otros países de Oriente Medio. Lo que sí es diferente con respecto a otros lugares es el uso de robots teledirigidos por control remoto como jinetes. Anteriormente se solía echar mano de personas de baja estatura y también a veces menores de edad. Esto provocaba la indignación de  las organizaciones humanitarias cuya presión acabó convenciendo a los organizadores a tirar de las nuevas tecnologías desde 2005. El robot consiste en un pequeño armatoste con una varilla de plástico en forma de látigo, emulando al que llevan los jinetes, que le va dando toques al camello en el lomo durante la carrera. Mientras, el dueño del camello sigue la carrera en coche y va dirigiendo los movimientos del robot con un mando.


La distancia que suelen cubrir los camellos (aunque yo creo que sería mejor llamarlos dromedarios, porque tienen una sola joroba) en una carrera depende de su edad. Los más jóvenes corren una distancia de 3 kilómetros mientras que los más veteranos pueden recorrer circuitos de hasta 11 kilómetros. La velocidad máxima que puede llegar a alcanzar este animal está en torno a los 65 kilómetros por hora. Normalmente se suelen seleccionar camellos de complexión ligera para esta competición, que suelen ser entrenados en granjas especiales con una dieta controlada al detalle, compuesta básicamente de leche, miel, maíz y vitaminas.


El tema de utilizar animales para carreras, con los sufrimientos añadido que conllevan para estos, provoca la indignación lógica de grupos animalistas que reivindican los derechos de estos seres. Sin embargo, aunque sin ánimo de justificar esta práctica, nos dijeron que el camello es uno de los animales más apreciados y queridos y a los que mejor se le trata en Kuwait. No es de extrañar teniendo todo lo que pueden aportar, desde medio de transporte a través del desierto hasta proveedor de productos alimenticios, como su leche y mantequilla derivada, que tuvimos la oportunidad de probar allí mismo.



 
























 Debo reconocer que las carreras en sí no me generaron demasiada emoción, más bien me sentía algo incómodo viendo a esos artilugios agitando su varilla, pero al final no estuvo mal. Fue una oportunidad de salir fuera de la ciudad, a la linde ya con el desierto y poder ver de cerca a estos animales, algunos bastante mansos y que se dejan acariciar, y otros con los que hay que ir con tiento. Si tenéis un sábado libre, no lo dudéis y acercaos al Kuwait Camel Racing Club a echar un vistazo, no deja de ser una experiencia curiosa y diferente.



viernes, 8 de diciembre de 2017

Dándome el gustazo




Al igual que me ha pasado antes en otros países, siempre doy con chucherías que me enganchan desde el inicio y a las que al final acabo echando de menos cuando me voy. Las que incluyo en esta entrada no son exclusivas de Kuwait (de hecho, creo que ninguna es en realidad originaria de aquí) sino que se pueden encontrar fácilmente en cualquier país de Oriente Medio. Para mí es la primera vez que resido en esta zona del mundo, es por ello que me entusiasme tanto poder probarlas. Algunas ya las había catado antes pero hasta ahora no había tenido un acceso tan fácil y tan económico.

Kebab con muttabal (es como un hummus de berenjenas) y pan tamaño chapela, el almuerzo perfecto

Una de las primeras cosas que descubrí al llegar a Kuwait, y que me alegró enormemente, es que aquí sí que se podía encontrar queso de todo tipo en cualquier parte. Después de haber estado tanto tiempo en un país como China, en el que este producto no es habitual, me resulta muy reconfortante poder pillarme un cuarto de feta, un paquete de mozzarella o tarrinas de queso para untar cada vez que voy a hacer la compra. Mi verdadera droga.

Tarrinas de labneh, queso fresco para untar


















Esto también está riquísimo
























Otra sección que siempre suelo visitar en el supermercado es la de los encurtidos. Aquí se pueden encontrar todo tipo de aceitunas y otros productos como el mish, uno de mis preferidos. Se trata también de un tipo de queso, de origen egipcio, salado, cremoso, fermentado durante meses y que se suele comer mojando sopas con pan de pita (al menos yo lo hago así). Dice mi amigo palestino que a veces se pueden encontrar pequeños gusanos agazapados entre los grumos, pero que son inofensivos y no dañan nuestra salud (lo que no mata engorda).


Siguiendo con los productos lácteos, en este caso bebidas, aquí hay dos que me tienen loco. Una es el laban, un tipo de yogur líquido que me recuerda al kefir ucraniano (una de mis pasiones de mis tiempos lituanos). La otra es el ayran, de origen turco, también hecha a base de yogur, aunque menos cremoso y algo más agrio que el laban. Mi favorito es uno mezclado con menta, un deleite para el gaznate.



















Por último, un parrafito dedicado a las mejores golosinas y las que más enganchan: los dulces árabes. Aquí es bastante fácil encontrar delicias como el baklava (un pastel relleno de pasta de nueces originario de Turquía) o la kanafah (una especie de tarta de queso típica de Palestina). También es muy habitual encontrar tarrinas de halva, un dulce elaborado con pasta de sémola y pistachos (a mi me tiene loco una variedad que lleva chocolate también). Y finalmente mi postre favorito, la basbousa o hareesa, una especie de bizcocho hecho de sémola que se suele servir caliente. Una maravilla, de verdad.










































Mojar un trozo de pan de pita en hummus, sentir el crujido del hojaldre de los baklava, relamerse los restos de laban que se han quedado en las comisuras de los labios… Estos pequeños placeres, quizás no sirvan en demasía para cambiar la opinión que uno tiene o el sentimiento asociado a este país, pero si que ayudan a hacer un poco más llevadero el día a día aquí. Desde luego, el que no se consuela es porque no quiere. Me voy directo al super, que estoy ya con el “mono” otra vez.



viernes, 1 de diciembre de 2017

El sol detrás de las nubes



Cuesta imaginar que en una ciudad en la que se rinde culto a la modernidad, los edificios altos, las autopistas y los centros comerciales con decoración futurista, pueda existir algo a lo que pueda llamarse “casco viejo”. Apenas quedan vestigios de lo que en su día fue esa pequeñita aldea pesquera en el siglo XVII, pero si uno explora bien todavía pueden encontrarse tesoros históricos a los que merece la pena hacer una visita. El fin de semana pasado tuve la suerte de participar en una de las excursiones guiadas que la asociación AWARE (no se podrán quejar de la publicidad que les hago a cada momento) organiza para dar a conocer los poquitos restos urbanísticos que han sobrevivido a la feroz fiebre constructora del país.

El primer punto en nuestro itinerario, justo al lado de la Gran Mezquita, fue la mezquita Al-Khalifa, cuya construcción se remonta al año 1714. Es una de las más antiguas del país y de las que mejor se conservan de esta época. Es un edificio pequeño, sin demasiadas ornamentaciones, en el que destaca sobre todo su minarete. De este mismo periodo hay varias mezquitas dispersas por el centro, que contrastan con los modernos edificios a su alrededor, resistiendo el infrenable empuje urbanístico.

Interior de la mezquita

Otro de los sitios más vetustos de Kuwait es la puerta de Shamiya, una de las entradas originarias en los primeros muros de la ciudad, construidos en el siglo XVIII, época en la que la ciudad comenzó a cobrar cierta fama y se convirtió en el objetivo de tribus rivales en busca de recursos. Todavía faltaba más de un siglo para que se empezasen a descubrir los primeros pozos petrolíferos en la zona pero, por aquel entonces, la ciudad de Kuwait ya tenía bastante importancia como puerto comercial, siendo uno de los puntos más destacados en la ruta entre la India y las costas del Este de África.

El siguiente lugar que visitamos fue el Palacio Naif, de construcción más reciente. Fue edificado a principios del siglo XX por motivos de seguridad y defensa de la ciudad. Estaba considerado como parte primordial de la segunda línea defensiva después de los muros, dando cobijo a un gran número de efectivos militares, armas y municiones. Hoy día sigue siendo un importante centro político y social del país. Dentro de la visita pudimos ver las celdas donde solían custodiarse a los prisioneros de guerra y un pequeño museo dedicado a conservar objetos antiguos y fotografías del pasado kuwaití.

Patio principal del palacio con la Torre de la Liberación al fondo
Los "millenials" no han vivido esto












Después del Palacio Naif, la excursión terminó pero yo seguí explorando los alrededores por mi cuenta hasta llegar a otro de los principales puntos de interés, el zoco Al-Mubarakiya, uno de los lugares más genuinos de la ciudad. Aquí uno puede pasar fácilmente varias horas entre puestos de todo tipo, donde el regateo es parte primordial de la experiencia a la hora de comprar algo. Es además una de las mejores zonas para disfrutar de la comida local a precios muy asequibles. Quizás debería dedicar una entrada especial en el futuro solo para este sitio, de momento uno de los que más me ha gustado desde que llegué.


Una de las entradas al zoco
Pues nada, ya sabéis que si venís a Kuwait a hacerme una visita, vais a poder ver algo más que centros comerciales, aunque no creo que este país pueda dar para más de dos o tres días. Tengo pendiente todavía la isla de Falaika, a la que pienso escaparme antes de que vuelva a hacer calor. Ahora son, sin duda, los mejores días para salir, aunque me dicen que pronto hará frío de verdad, puede que me haga falta una rebequilla, vamos a ver.