viernes, 15 de diciembre de 2017

A jorobarse



El pasado sábado los amigos de AWARE volvieron a organizar una actividad con el objetivo de acercar a los extranjeros en Kuwait algunas costumbres y particularidades de este país. Esta vez le tocó el turno a las carreras de camellos, un evento que se celebra de noviembre a abril, y que suele atraer tanto a locales de todas las esferas sociales como a visitantes curiosos por descubrir esta peculiar tradición.


Las carreras de camellos no son exclusivas de Kuwait, sino que son también populares en otros países de Oriente Medio. Lo que sí es diferente con respecto a otros lugares es el uso de robots teledirigidos por control remoto como jinetes. Anteriormente se solía echar mano de personas de baja estatura y también a veces menores de edad. Esto provocaba la indignación de  las organizaciones humanitarias cuya presión acabó convenciendo a los organizadores a tirar de las nuevas tecnologías desde 2005. El robot consiste en un pequeño armatoste con una varilla de plástico en forma de látigo, emulando al que llevan los jinetes, que le va dando toques al camello en el lomo durante la carrera. Mientras, el dueño del camello sigue la carrera en coche y va dirigiendo los movimientos del robot con un mando.


La distancia que suelen cubrir los camellos (aunque yo creo que sería mejor llamarlos dromedarios, porque tienen una sola joroba) en una carrera depende de su edad. Los más jóvenes corren una distancia de 3 kilómetros mientras que los más veteranos pueden recorrer circuitos de hasta 11 kilómetros. La velocidad máxima que puede llegar a alcanzar este animal está en torno a los 65 kilómetros por hora. Normalmente se suelen seleccionar camellos de complexión ligera para esta competición, que suelen ser entrenados en granjas especiales con una dieta controlada al detalle, compuesta básicamente de leche, miel, maíz y vitaminas.


El tema de utilizar animales para carreras, con los sufrimientos añadido que conllevan para estos, provoca la indignación lógica de grupos animalistas que reivindican los derechos de estos seres. Sin embargo, aunque sin ánimo de justificar esta práctica, nos dijeron que el camello es uno de los animales más apreciados y queridos y a los que mejor se le trata en Kuwait. No es de extrañar teniendo todo lo que pueden aportar, desde medio de transporte a través del desierto hasta proveedor de productos alimenticios, como su leche y mantequilla derivada, que tuvimos la oportunidad de probar allí mismo.



 
























 Debo reconocer que las carreras en sí no me generaron demasiada emoción, más bien me sentía algo incómodo viendo a esos artilugios agitando su varilla, pero al final no estuvo mal. Fue una oportunidad de salir fuera de la ciudad, a la linde ya con el desierto y poder ver de cerca a estos animales, algunos bastante mansos y que se dejan acariciar, y otros con los que hay que ir con tiento. Si tenéis un sábado libre, no lo dudéis y acercaos al Kuwait Camel Racing Club a echar un vistazo, no deja de ser una experiencia curiosa y diferente.



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