viernes, 8 de diciembre de 2017

Dándome el gustazo




Al igual que me ha pasado antes en otros países, siempre doy con chucherías que me enganchan desde el inicio y a las que al final acabo echando de menos cuando me voy. Las que incluyo en esta entrada no son exclusivas de Kuwait (de hecho, creo que ninguna es en realidad originaria de aquí) sino que se pueden encontrar fácilmente en cualquier país de Oriente Medio. Para mí es la primera vez que resido en esta zona del mundo, es por ello que me entusiasme tanto poder probarlas. Algunas ya las había catado antes pero hasta ahora no había tenido un acceso tan fácil y tan económico.

Kebab con muttabal (es como un hummus de berenjenas) y pan tamaño chapela, el almuerzo perfecto

Una de las primeras cosas que descubrí al llegar a Kuwait, y que me alegró enormemente, es que aquí sí que se podía encontrar queso de todo tipo en cualquier parte. Después de haber estado tanto tiempo en un país como China, en el que este producto no es habitual, me resulta muy reconfortante poder pillarme un cuarto de feta, un paquete de mozzarella o tarrinas de queso para untar cada vez que voy a hacer la compra. Mi verdadera droga.

Tarrinas de labneh, queso fresco para untar


















Esto también está riquísimo
























Otra sección que siempre suelo visitar en el supermercado es la de los encurtidos. Aquí se pueden encontrar todo tipo de aceitunas y otros productos como el mish, uno de mis preferidos. Se trata también de un tipo de queso, de origen egipcio, salado, cremoso, fermentado durante meses y que se suele comer mojando sopas con pan de pita (al menos yo lo hago así). Dice mi amigo palestino que a veces se pueden encontrar pequeños gusanos agazapados entre los grumos, pero que son inofensivos y no dañan nuestra salud (lo que no mata engorda).


Siguiendo con los productos lácteos, en este caso bebidas, aquí hay dos que me tienen loco. Una es el laban, un tipo de yogur líquido que me recuerda al kefir ucraniano (una de mis pasiones de mis tiempos lituanos). La otra es el ayran, de origen turco, también hecha a base de yogur, aunque menos cremoso y algo más agrio que el laban. Mi favorito es uno mezclado con menta, un deleite para el gaznate.



















Por último, un parrafito dedicado a las mejores golosinas y las que más enganchan: los dulces árabes. Aquí es bastante fácil encontrar delicias como el baklava (un pastel relleno de pasta de nueces originario de Turquía) o la kanafah (una especie de tarta de queso típica de Palestina). También es muy habitual encontrar tarrinas de halva, un dulce elaborado con pasta de sémola y pistachos (a mi me tiene loco una variedad que lleva chocolate también). Y finalmente mi postre favorito, la basbousa o hareesa, una especie de bizcocho hecho de sémola que se suele servir caliente. Una maravilla, de verdad.










































Mojar un trozo de pan de pita en hummus, sentir el crujido del hojaldre de los baklava, relamerse los restos de laban que se han quedado en las comisuras de los labios… Estos pequeños placeres, quizás no sirvan en demasía para cambiar la opinión que uno tiene o el sentimiento asociado a este país, pero si que ayudan a hacer un poco más llevadero el día a día aquí. Desde luego, el que no se consuela es porque no quiere. Me voy directo al super, que estoy ya con el “mono” otra vez.



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