Al igual que me
ha pasado antes en otros países, siempre doy con chucherías que me enganchan
desde el inicio y a las que al final acabo echando de menos cuando me voy. Las
que incluyo en esta entrada no son exclusivas de Kuwait (de hecho, creo que
ninguna es en realidad originaria de aquí) sino que se pueden encontrar
fácilmente en cualquier país de Oriente Medio.
Para mí es la primera vez que resido en esta zona del mundo, es por ello que me
entusiasme tanto poder probarlas. Algunas ya las había catado antes pero hasta
ahora no había tenido un acceso tan fácil y tan económico.
Kebab con muttabal (es como un hummus de berenjenas) y pan tamaño chapela, el almuerzo perfecto |
Una de las
primeras cosas que descubrí al llegar a Kuwait, y que me alegró enormemente, es
que aquí sí que se podía encontrar queso de todo tipo en cualquier parte.
Después de haber estado tanto tiempo en un país como China, en el que este
producto no es habitual, me resulta muy reconfortante poder pillarme un cuarto
de feta, un paquete de mozzarella o tarrinas de queso para untar cada vez que
voy a hacer la compra. Mi verdadera droga.
Esto también está riquísimo |
Otra sección que
siempre suelo visitar en el supermercado es la de los encurtidos. Aquí se
pueden encontrar todo tipo de aceitunas y otros productos como el mish, uno de
mis preferidos. Se trata también de un tipo de queso, de origen egipcio,
salado, cremoso, fermentado durante meses y que se suele comer mojando sopas
con pan de pita (al menos yo lo hago así). Dice mi amigo palestino que a veces
se pueden encontrar pequeños gusanos agazapados entre los grumos, pero que son
inofensivos y no dañan nuestra salud (lo que no mata engorda).
Siguiendo con los
productos lácteos, en este caso bebidas, aquí hay dos que me tienen loco. Una
es el laban, un tipo de yogur líquido que me recuerda al kefir ucraniano (una
de mis pasiones de mis tiempos lituanos). La otra es el ayran, de origen turco,
también hecha a base de yogur, aunque menos cremoso y algo más agrio que el
laban. Mi favorito es uno mezclado con menta, un deleite para el gaznate.
Por último, un
parrafito dedicado a las mejores golosinas y las que más enganchan: los dulces
árabes. Aquí es bastante fácil encontrar delicias como el baklava (un
pastel relleno de pasta de nueces originario de Turquía) o la kanafah
(una especie de tarta de queso típica de Palestina). También es muy habitual
encontrar tarrinas de halva, un dulce elaborado con pasta de sémola y
pistachos (a mi me tiene loco una variedad que lleva chocolate también). Y
finalmente mi postre favorito, la basbousa o hareesa, una especie
de bizcocho hecho de sémola que se suele servir caliente. Una maravilla, de
verdad.
Mojar un trozo de
pan de pita en hummus, sentir el crujido del hojaldre de los baklava, relamerse
los restos de laban que se han quedado en las comisuras de los labios…
Estos pequeños placeres, quizás no sirvan en demasía para cambiar la opinión
que uno tiene o el sentimiento asociado a este país, pero si que ayudan a hacer
un poco más llevadero el día a día aquí. Desde luego, el que no se consuela es
porque no quiere. Me voy directo al super, que estoy ya con el “mono” otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario